lunes, octubre 22, 2007

" no es nada agradable ser clavado en la cruz, abandonado,
es mucho más placentero olvidar a un amor
que no funcionó
ya que finalmente
ningún amor funciona. "

miércoles, octubre 10, 2007

Bitácora del perdedor: Las cosas juegan a ser asíntotas; permiten que me acerque infinitamente, pero nunca que llegue a tocarlas.

lunes, octubre 08, 2007



La víbora, de Nicanor Parra. Me siento identificado con algunas cositas, oh yeah.


LA VÍBORA
Durante largos años estuve condenado a adorar a una mujer despreciable Sacrificarme por ella, sufrir humillaciones y burlas sin cuento, Trabajar día y noche para alimentarla y vestirla, Llevar a cabo algunos delitos, cometer algunas faltas, A la luz de la luna realizar pequeños robos, Falsificaciones de documentos comprometedores, So pena de caer en descrédito ante sus ojos fascinantes. En horas de comprensión solíamos concurrir a los parques Y retratarnos juntos manejando una lancha a motor, O nos íbamos a un café danzante Donde nos entregábamos a un baile desenfrenado Que se prolongaba hasta altas horas de la madrugada. Largos años viví prisionero del encanto de aquella mujer Que solía presentarse a mi oficina completamente desnuda Ejecutando las contorsiones más difíciles de imaginar Con el propósito de incorporar mi pobre alma a su órbita Y, sobre todo, para extorsionarme hasta el último centavo. Me prohibía estrictamente que me relacionase con mi familia. Mis amigos eran separados de mí mediante libelos infamantes Que la víbora hacía publicar en un diario de su propiedad. Apasionada hasta el delirio no me daba un instante de tregua, Exigiéndome perentoriamente que besara su boca Y que contestase sin dilación sus necias preguntas, Varias de ellas referentes a la eternidad y a la vida futura Temas que producían en mí un lamentable estado de ánimo, Zumbidos de oídos, entrecortadas náuseas, desvanecimientos prematuros Que ella sabía aprovechar con ese espíritu práctico que la caracterizaba Para vestirse rápidamente sin pérdida de tiempo Y abandonar mi departamento dejándome con un palmo de narices. Esta situación se prolongó por más de cinco años. Por temporadas vivíamos juntos en una pieza redonda Que pagábamos a medias en un barrio de lujo cerca del cementerio. (Algunas noches hubimos de interrumpir nuestra luna de miel Para hacer frente a las ratas que se colaban por la ventana).
Llevaba la víbora un minucioso libro de cuentas En el que anotaba hasta el más mínimo centavo que yo le pedía en préstamo; No me permitía usar el cepillo de dientes que yo mismo le había regalado Y me acusaba de haber arruinado su juventud: Lanzando llamas por los ojos me emplazaba a comparecer ante el juez Y pagarle dentro de un plazo prudente parte de la deuda, Pues ella necesitaba ese dinero para continuar sus estudios Entonces hube de salir a la calle a vivir de la caridad pública, Dormir en los bancos de las plazas, Donde fui encontrado muchas veces moribundo por la policía Entre las primeras hojas del otoño. Felizmente aquel estado de cosas no pasó más adelante, Porque cierta vez en que yo me encontraba en una plaza también Posando frente a una cámara fotográfica Unas deliciosas manos femeninas me vendaron de pronto la vista Mientras una voz amada para mí me preguntaba quién soy yo. Tú eres mi amor, respondí con serenidad. ¡Ángel mío, dijo ella nerviosamente, Permite que me siente en tus rodillas una vez más! Entonces pude percatarme de que ella se presentaba ahora provista de un pequeño taparrabos. Fue un encuentro memorable, aunque lleno de notas discordantes: Me he comprado una parcela, no lejos del matadero, exclamó, Allí pienso construir una especie de pirámide. En la que podamos pasar los últimos días de nuestra vida. Ya he terminado mis estudios, me he recibido de abogado, Dispongo de buen capital; Dediquémonos a un negocio productivo, los dos, amor mío, agregó Lejos del mundo construyamos nuestro nido. Basta de sandeces, repliqué, tus planes me inspiran desconfianza, Piensa que de un momento a otro mi verdadera mujer Puede dejarnos a todos en la miseria más espantosa. Mis hijos han crecido ya, el tiempo ha transcurrido, Me siento profundamente agotado, déjame reposar un instante, Tráeme un poco de agua, mujer, Consígueme algo de comer en alguna parte, Estoy muerto de hambre, No puedo trabajar más para ti, Todo ha terminado entre nosotros.


lunes, octubre 01, 2007


El otro día me crucé con un rolinga que me dijo: mi ojo izquierdo no es comunista ni pende de un hilo de sutil locura, es simplemente una elección biológica que se desprende de mi cuerpo reencarnado. Yo le dije que eso estaba muy bien, pero que es jodido localizar la juventud en las nubes que sin socorro se pintan de azulejo.

Movía el rabo tan bien que no pude menos que decretarla fantasma en el cenicero, pero cuidado con el puente, me dijo. Lo que pasa es que a las doce de la noche es válido cantar un tema de Moris sin reirse. Y uno lo canta en Aquelarre, donde metaleros de cotillón tararean temas de Motorhead y bailan como monos arriba de las mesas, todas manchadas de cerveza. En la rocola Joe Cocker porque sí, porque un tema de los Beatles era la buena opción. Después cuando cruzábamos el puente una fantasma hermosa no nos habló, y nos dimos vuelta y la brisita nos cacheteó la cara, pero su forma animal no estaba más. Y pasó un megane amarillo, adentro había gente, supongo. La noche fantasmal se desarrollaba normalmente. Varios espectros amigables se reían en los rincones donde la gente mea sin cesar; donde la oscuridad les sirve de refugio para sus inofensivos pudores.

EL camino correcto era el sueño, como ir a dormir, a eso me refiero. Pero seguimos hasta que subimos a un auto colorado, que era amarillo de noche. Y como la noche no estaba tan fría decidimos que era bueno andar con saco. La calle estaba habitada mayormente de basura, papeles, publicidades, gente. Un colorado enorme se nos acercó y comentó una historia de una linyera que se cogió, y le pagó dos pesos y un vino. La linyera era muy bonita, y nos la movimos los cuatro. Pero como yo era el último me dijo pagame. Tengo dos pesos, le dije, y ella dijo bueno, dame. Y le pagué. Ahora la recordamos como la minita de los dos pesos. Después, sonriendo y contenta, decidió que lo mejor era rodar en la eterna libertad de las hojas muertas, de la madre tierra, de la música de las esferas. Soy la cara oculta de la luna, la luna invisible, soy Lilith, soy el pecado y soy feliz. Y se fue. Qué bien la cogí, quedó re contenta.

No le creí, al pelotudo ese. Siempre tiene historias alucinantes para contar, pero no le creo, al pelotudo ese.

Esperamos el colectivo, cerca de las 5 de la mañana. No pasó.

Me divertí viendo cómo los perros son dueños de la ciudad. Y nada más.


Cuando Cortázar despertó, alguien le escupió la cara.