lunes, octubre 01, 2007


El otro día me crucé con un rolinga que me dijo: mi ojo izquierdo no es comunista ni pende de un hilo de sutil locura, es simplemente una elección biológica que se desprende de mi cuerpo reencarnado. Yo le dije que eso estaba muy bien, pero que es jodido localizar la juventud en las nubes que sin socorro se pintan de azulejo.

Movía el rabo tan bien que no pude menos que decretarla fantasma en el cenicero, pero cuidado con el puente, me dijo. Lo que pasa es que a las doce de la noche es válido cantar un tema de Moris sin reirse. Y uno lo canta en Aquelarre, donde metaleros de cotillón tararean temas de Motorhead y bailan como monos arriba de las mesas, todas manchadas de cerveza. En la rocola Joe Cocker porque sí, porque un tema de los Beatles era la buena opción. Después cuando cruzábamos el puente una fantasma hermosa no nos habló, y nos dimos vuelta y la brisita nos cacheteó la cara, pero su forma animal no estaba más. Y pasó un megane amarillo, adentro había gente, supongo. La noche fantasmal se desarrollaba normalmente. Varios espectros amigables se reían en los rincones donde la gente mea sin cesar; donde la oscuridad les sirve de refugio para sus inofensivos pudores.

EL camino correcto era el sueño, como ir a dormir, a eso me refiero. Pero seguimos hasta que subimos a un auto colorado, que era amarillo de noche. Y como la noche no estaba tan fría decidimos que era bueno andar con saco. La calle estaba habitada mayormente de basura, papeles, publicidades, gente. Un colorado enorme se nos acercó y comentó una historia de una linyera que se cogió, y le pagó dos pesos y un vino. La linyera era muy bonita, y nos la movimos los cuatro. Pero como yo era el último me dijo pagame. Tengo dos pesos, le dije, y ella dijo bueno, dame. Y le pagué. Ahora la recordamos como la minita de los dos pesos. Después, sonriendo y contenta, decidió que lo mejor era rodar en la eterna libertad de las hojas muertas, de la madre tierra, de la música de las esferas. Soy la cara oculta de la luna, la luna invisible, soy Lilith, soy el pecado y soy feliz. Y se fue. Qué bien la cogí, quedó re contenta.

No le creí, al pelotudo ese. Siempre tiene historias alucinantes para contar, pero no le creo, al pelotudo ese.

Esperamos el colectivo, cerca de las 5 de la mañana. No pasó.

Me divertí viendo cómo los perros son dueños de la ciudad. Y nada más.

1 Comments:

Blogger N. said...

Esta re bueno ,amigo, hace acordar a mi delirio, como ya te dije. Al principio no lo seguí bien pero bueno, esta bien igual.

Y el final de los perros es tal cual

10/10/2007 6:25 p. m.  

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