sábado, enero 13, 2007

Sí, tenés que morir. Y si bien el pendejo no tiene la culpa es mejor que te mueras. Y tampoco vos tenés la culpa. Pero el pendejo espera y vos estás ahí, con la boca abierta y chorreando algo de baba por la comisura de los labios. Estupefacto. Sincronizado con vaya a saber dios qué imagen mental que te perturba. Ahí, electrizado y solo. Pensando tal vez en langostas gigantes o muñequitos de nieve que se van derritiendo de a poco, y te sentís triste, porque es un recuerdo feo ese de los muñequitos de nieve que se te mueren entre los dedos. Que se escuren, se te van y nunca más los vas a volver a ver porque así están las cosas. Todo es así, simple y feo.