jueves, agosto 23, 2007

Me hubiera gustado vivir en las épocas de Nirvana, etc. Sí, tenés que morir mientras ves la niebla nublar tus sentidos de pez. Tenés que mirar el último sauce nacer al sol de otoño, entre lágrimas con colores sin color. Entre sábanas arremolinadas en el recuerdo, saudade eterna del horror, mientras las tuberías del alma se llenan y rellenan con viscocidades de antaño, siempre, ante año. Antes los años eran. Antes los antros eran como cometas hábitats donde la carne descanzaba en paz, efímera, afiebrada, jóven, ansiosa de vida, trasladada líbido en los cauces del río de acontecimientos. Cemento del corazón. Ansiedad de movimiento oscuro, camuflado en las sombras. Las hojas de los árboles en otoño, robando, son un oro muerto que fluye con el viento. Y mi cuerpo de hoja no puede serlo. Qué triste.